15.03.2017 – Comedor personal CETR
Por fin, un descanso decente. Necesito
sentarme y reposar. Tengo los pies molidos de recorrerme tantas veces el centro
de punta a punta. Me duele la cabeza de escuchar las quejas y reclamaciones de
los visitantes. Estoy asqueado con el calor que está haciendo estos días, y
miedo me da pensar que sólo estamos en marzo.
Aunque reconozco que este trabajo
tiene sus cosas buenas. Aquí puedo usar mis dotes de relaciones públicas y
conocer a mucha gente diferente y muchos extranjeros con los que practicar
idiomas y con los que a veces me río con sus ocurrencias.
Me dirijo tranquilamente hacía el
comedor, donde me encuentro con el resto de compañeros. Esto también es una
parte buena del trabajo. Somos un equipo de gente joven, con la que he hecho
muy buenas migas y con los que quedar de vez en cuando para tomar algo.
Echo un vistazo general a ver a
quien me encuentro y no veo a Alejandro por ningún lado. Si no recuerdo mal,
hoy tiene el mismo turno que yo, así que no debería tardar en aparecer por el aquí.
Alejandro es el encargado de mi
grupo. Un tío responsable, simpático y agradable, aunque un poco raro y con el
que a veces me cuesta un poco mantener una conversación distendida.
El otro día, escuche a algunos
del grupo C, comentar la existencia de un cargo de nueva creación para el que
no era necesario tener más de un año de antigüedad en la empresa para acceder.
No sé muy bien de que se trata, sólo sé que habría que gestionar parte del papeleo
que ronda por aquí, lo cual implica estar menos horas de pie aguantando a las
visitas, pasando calor o frío según la temporada del año en la que estemos.
Alejandro, como encargado, seguro
que sabe algo del asunto y debería poder sonsacarle un poco de información para
irme adelantando y prepararme en lo que sea necesario y así poder ir con
ventaja respeto al resto de compañeros.
Mientras pienso esto, saco mi
fiambrera de la mochila y la abro antes de calentarla para descubrir que manjar
voy a degustar hoy. Menos mal que el día empieza a mejorar, es un trozo de
lasaña casera, la especialidad de mi madre. No hay plato hecho con más amor y
más cariño que éste, le queda espectacular. Sin duda mi plato favorito.
Antes de volver a la mesa, vuelvo
a echar un vistazo al resto de personal, a ver si por una de esas aparece
Alejandro, pero no hay suerte. Me siento y empiezo a degustar mi exquisita
comida junto al resto de compañeros del grupo, cuando llega Jose y se sienta
enfrente de mí y empieza a explicarme sus historias diarias. Es un chico alto y
majo, en general, las chicas lo consideran atractivo. No es que me fije
especialmente en el sexo masculino, pero tanto ver como todas las chicas y
mujeres que trabajan aquí suspiran cada vez que pasa delante de ellas, me ha
hecho mirarlo dos veces.
A simple vista, no parece nada
especial. Alto sí. Pero ojos marrones, pelo castaño, cuerpo algo atlético, pero
no demasiado y algo simpático, pero tampoco nada del otro mundo. Observo su
comida, una ensalada con pollo, lechuga, tomate y poca cosa más. No sé cómo no
se muere de hambre. Nada que envidiar.
“Al final ayer quedé con aquella que te dije que conocí por internet,
es bastante guapa y muy simpática. El rato que estuvimos juntos me pareció que
conectábamos muy bien, pero claro, la cosa no fue a más. Parece tímida, aunque
tampoco demasiado, ya que accedió hoy a volver a vernos… creo que la invitaré
al cine. Por lo que me explicó ayer tenemos bastantes cosas en común…”
Después de tantas historias llega
un punto en el que desconecto, siempre es lo mismo: conoce a una chica, siempre
es guapa y simpática, siempre tienen algo en común, siempre conectan, siempre
acierta, nunca le sale ninguna cita rana… luego se las tira y se olvida de
ellas, siempre sale algún defecto que antes no había visto y vuelta a empezar.
Qué pereza. Yo no valdría para eso. Lo bonito es cortejarla como una dama,
ganártela poco a poco hasta tenerla a tus pies. El resto va rodado.
Termino de comer y saco el móvil.
Lidia me ha escrito muchísimo. Qué pereza leer toda esa parrafada…
“Buenos días amor. Hoy me he levantado muy feliz, no sé por qué, pero
me siento muy feliz y muy positiva. Tengo buenas vibraciones. Seguro que hoy
puedes hablar con Alejandro y conseguir ese puesto que tanto te mereces. Claro
que sí.”
Si… lo conseguiría si pudiera
hablar con él, pero llevo días sin coincidir con él en ningún momento, y mira
que lo intento, necesito un encuentro casual, para no parecer interesado, pero
no consigo provocar ese encuentro… sé que lo haré, sé que conseguiré esa
información y sé que conseguiré ese puesto si me lo propongo, pero aun no he
coincidido con él.
“… tengo ganas de que
llegue el día en que pueda despertarme a tu lado y darte los buenos días en
persona. Eso me haría muy feliz. Compartir nuestra vida uno al lado del otro…
todos los días…”
A veces pinta las cosas de tal
manera que parece que vivamos en un cuento, a veces parece que viva en un mundo
de color rosa. Quizá se cree que con nuestro sueldo podemos aspirar a algo, y
en verdad no, no podemos vivir juntos, nos moriríamos de asco. Pero por otro
lado, como odio tener que volver a casa de mis padres cada noche…
“…He pensado que
podríamos comenzar a mirar pisos y así cuando te den el ascenso ya lo tenemos
prácticamente decidido, ¿no te parece? Espero que tengas un buen día ¡Te
quiero!”
Suspiro y pienso en cómo decirle
las cosas delicadamente. A veces es tan inocente que si le digo las cosas tal y
como las pienso le haría daño. Tengo que meditarlo todo un poco y ser suave con
mis palabras, tener un poco de tacto.
Quizá la vida a su lado
resultaría más fácil que junto a mi madre, pero no sé si estoy dispuesto a
cambiar las peleas con mi madre por las peleas con Lidia, con sus lloros, y su
manera de hacerme sentir mal. Es tan sensible que no sé hasta qué punto podría
llevar bien la situación. Por otro lado está el tema del dinero, entre el
alquiler, el móvil, el coche, la comida… me da la sensación de que los gastos
van a ser demasiados y no vamos a poder vivir cómodamente y eso nos llevaría a
más discusiones y más malestar.
“Hola amor, mi día
está siendo un poco raro… Empieza a hacer calorcillo y además hay muchísimas
faena, ¡no damos abasto! A ver si cuando tenga un ratillo libre puedo mirar a
ver a qué precio están los pisos y vamos decidiendo cuales queremos ir a ver.
Un beso, cariño, yo también te quiero.”
Sé que con eso es imposible
hacerle daño. Podemos mirar. Podemos hacer números y así verá que es imposible
que nos mudemos juntos. Hay que esperar.
15.03.2017 – Salida del supermercado Carrefour
“¡Hasta luego guapas!”
Miro la hora y veo que salgo bien
de tiempo. Voy caminando tranquilamente hasta el parque que he quedado con
Berta. Hace días que no la veo y me apetece hablar con ella. A veces me sabe
mal explicarle mis cosas, porque pobrecita, ella aun lo está pasando mal
después de descubrir que su ex le era infiel, y no me extraña, es un palo lo
mires como lo mires. Y más a ella, con lo buena persona que es. No se lo
merece.
Saco el móvil y veo que Carlos me
ha escrito. Qué bien. No está del todo a gusto en su casa y tiene ganas de que
nos miremos algo juntos, y creo, que como yo, siente que ha llegado el momento.
Ya tenemos una edad, y tenemos que empezar a organizar nuestra vida en común,
porque el tiempo ya empieza a jugar en nuestra contra si queremos asentarnos
primero, casarnos y después por fin formar una familia.
Pero por mucho que me emocione la
idea de formar una familia a su lado, soy consciente de que tenemos que hacer
las cosas paso a paso y poco a poco. Por eso me alegra tanto pensar que al fin
vamos a empezar a buscar nuestro hogar. Por fin vamos a tener nuestro sitio y,
por supuesto, estoy deseando contárselo a Berta.
En algunos momentos, cuando estoy
con ella, me corto un poco al explicarle lo bien que me van las cosas con
Carlos, porque no quiero que piense que se lo estoy restregando por la cara. Pero
claro, no puedo evitarlo, ella misma reconoce que el brillo que tengo en los
ojos cuando hablo de él no es normal. Se nota que estoy enamorada, que le
quiero con toda mi alma. Y es que al fin siento que he encontrado a la persona
con la que puedo ser feliz.
Y cada vez que pienso en él, en
su amplia espalda y en sus fuertes brazos… aix, siempre se me escapa un
suspiro. Esos brazos que me cogen y me elevan sin esfuerzo, que me abrazan y
recomponen todos mis trozos rotos. Esas palabras que sabe decir en cada momento
oportuno. Esa manera de ser amable conmigo y tratarme con amor. Esa manera de
protegerme. Esos ojos que me miran con amor. Esos ojos con los que me come con
la mirada, esa mirada que me dedica sólo a mi. Ese pelo que tanto le
caracteriza…
“¡Lidia!”
Me giro y veo a Berta sentada en
un banco haciéndome señas.
“Tía, estás empanada, llevo una hora llamándote”
Tiene razón, cuando pienso en
Carlos pierdo el mundo de vista. Pero hoy estoy tan feliz que me siento como en
una nube. Tengo ganas de reír, de saltar y de contagiar esta felicidad a todo
el que me rodea.
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